De Verónica para Alejandro - María Isabel Molina
De Victoria para Alejandro - María Isabel Molina
Esta es la historia de Victoria, una joven romana que su papá es senador en el año 67 d.C.
También es nieta de un escriba israelita que se llama Ismail. Victoria es una joven romana hija del senador, y nieta de un escriba israelita llamado Ismail. Su abuelo le enseñó a escribir al estilo de los escribas en hebreo, arameo, griego y latín. Ella hacia esto a escudidas porque antes no se les permitia a las mujeres leer ni escribir.
La trama dice que su abuelo se murió dejándole en herencia unas de sus posesiones. Victoria le escribe cartas a Alejandro cuando va de viaje a Israel para reclamar la herencia un esclavo de Pompilio, el mejor amigo de su padre.
Además, Alejandro era el muchacho del que estaba enamorada; aunque sabiá que no puede casarse con él por su condición de esclavo. Por ello, decidió usar el dinero de la herencia de su abuelo para comprar su libertad y poder así casarse con él una vez que se convirtiera en un hombre libre.
Además, Alejandro era el muchacho del que estaba enamorada; aunque sabiá que no puede casarse con él por su condición de esclavo. Por ello, decidió usar el dinero de la herencia de su abuelo para comprar su libertad y poder así casarse con él una vez que se convirtiera en un hombre libre.
Ellos se quedaron en casa de su abuela, donde conoció a su prima Miriam de la cual se hizo amiga, tiempo después de su llegada a Israel, su abuela la mandó llamar para hablar con ella. Le comunicó que iban a casarla con su primo David, hermano de Miriam, que estaba cojo. Daniel siempre quiso ser monje e irse al monasterio de Qumrán, pero no podía irse precisamente por su cojera.
El verdadero motivo de la boda era que todo se trataba de una de dinero; y lo único que querían era cobrar ellos la herencia. Aun así, sin saber esto, Victoria le expresó a su abuela su descuerdo con respecto a la boda, y le dijo a su abuela que no podrían casarla sin el consentimiento de su padre. De nada sirvieron sus súplicas, ya que la abuela afirmaba que mientras estuviese bajo la tutela de su tío José, él ejercería los derechos de padre, y por lo tanto tendría que obedecerle.
Victoria se enojó; y por ello decidió ponerse en contacto con su padre cuanto antes, así que le escribió una carta no muy extensa contándoselo todo. Intentó enviársela, pero sus parientes le tenían bloqueadas todas las vías posibles. Al fin Marta, la mejor amiga de su madre, consiguió que la carta fuese puesta en camino.
Victoria se fue con Miriam y Prisca a casa de Marta, ya que los futuros esposos no debían vivir juntos antes de la boda. Durante su estancia allí, hizo tres copias del relato de San Marcos, iguales que la que le dio al obispo. De esta forma fue pasando el tiempo, su angustia.
Después de un tiempo llegó Marta muy agitada y le dijo que alguien la esperaba en el patio; y cuál fue su sorpresa al encontrarse con su padre, el Senador Cornelio. Una vez allí, el senador les contó que la carta de su hija había llegado a sus manos cuando ya estaba en camino; y que había ido hacia Israel porque Alejandro le había enseñado las cartas que Victoria le había escrito.
Antes de ir a buscar a su hija, el senador Cornelio había arreglado todo para que pudiese cobrar la herencia de su difunto abuelo y usarla para liberar a Alejandro y hacer así posible la boda de éste con Victoria. A la mañana del día siguiente de la llegada del padre de Victoria a casa de Marta, partieron hacia Roma, no sin antes despedirse de Marta y de Miriam. Victoria le dejó a Marta una copia del relato de San Marcos, y le dejó las otras a Miriam: una para Judas y otra para Daniel.
Antes de ir a buscar a su hija, el senador Cornelio había arreglado todo para que pudiese cobrar la herencia de su difunto abuelo y usarla para liberar a Alejandro y hacer así posible la boda de éste con Victoria. A la mañana del día siguiente de la llegada del padre de Victoria a casa de Marta, partieron hacia Roma, no sin antes despedirse de Marta y de Miriam. Victoria le dejó a Marta una copia del relato de San Marcos, y le dejó las otras a Miriam: una para Judas y otra para Daniel.
Ya cuando llegó a su casa tenía que hacer algo todavía.
Jehová Jafet Cardoso López 2° "F" #7
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